Hace poco, en la ciudad donde vivo, se publicó una noticia en los medios de comunicación que afirmaba que los extorsionistas más peligrosos del país han ordenado el secuestro de niños desde las cárceles. Una persona que supuestamente está en la cárcel pagando por sus crímenes filtró la noticia. Afirma estar indignado por la situación. La razón de esta orden es que por la crisis económica actual ocasionada por el Covid-19 las personas no están pagando extorsiones por ningún aspecto material, es decir, ni autos, ni motos, etc., pero, según la misma fuente, los extorsionistas creen que sin importar la crisis económica las personas pagarán cualquier suma si se trata de sus pequeños. La noticia ha indignado a la ciudadanía -no pueden creer la situación- pero al mismo tiempo toman medida para cuidar a sus hijos.
Por muy lamentable e indignante que parezca esta situación como cristiano no debería sorprendernos. Nuestra cosmovisión es una que da respuesta al por qué de las cosas que vivimos. Poseemos una visión del mundo bastante completa que nos enseña de dónde venimos, por qué estamos en la situación en la que estamos, por qué el mundo es como es, cuál es nuestro propósito aquí y hacía donde nos dirigimos. El cristianismo es una visión integral del mundo que puede adular de dar respuesta a todas cosas últimas. En la presente noticia podemos ver reflejada una doctrina clave y central dentro del cristianismo que nos ayuda a entender por qué el mundo es como es: la caída del hombre y el pecado.
Si logramos entender esa doctrina entonces podremos entender los dos lados de esta noticia. Por un lado, podremos entender del por qué una gran mayoría de hombre se indignan ante semejante atrocidad y maldad, y por el otro lado, podremos entender por qué existen hombres tan malvados. Las Escrituras nos explican claramente ambas cosas. Podemos tomar la Confesión de Fe de Westminster, la cuál creemos que refleja fielmente el contenido de la Biblia sobre esta doctrina, para tener unas declaraciones históricas y bíblicas que nos sirvan como guías para entender dicha enseñanza:
Confesión de Fe de Westminster:
- Nuestros primeros padres, seducidos por la sutileza y tentación de Satanás, pecaron al comer del fruto prohibido. Quiso Dios, conforme a su sabio y santo propósito, permitir este pecado habiendo propuesto ordenarlo para su propia gloria.
- Por este pecado cayeron de su rectitud original y perdieron la comunión con Dios, y por tanto quedaron muertos en el pecado, y totalmente corrompidos en todas las facultades y partes del alma y del cuerpo.
- Siendo ellos el tronco de la raza humana, la culpa de este pecado les fue imputada, y la misma muerte en el pecado y la naturaleza corrompida se transmitieron a la posteridad que desciende de ellos según la generación ordinaria.
- De esta corrupción original, por la cual estamos completamente impedidos, incapaces y opuestos a todo bien, y enteramente inclinados a todo mal, proceden todas nuestras transgresiones actuales.
- Esta corrupción de naturaleza permanece durante esta vida en aquellos que son regenerados; y, aun cuando sea perdonada y amortiguada por medio de la fe en Cristo, sin embargo, ella, y todos los efectos de ella, son verdadera y propiamente pecado.
- Todo pecado, ya sea original o actual, siendo una transgresión de la justa ley de Dios y contrario a ella, por su propia naturaleza trae culpabilidad sobre el pecador, por lo que este queda bajo la ira de Dios, y de la maldición de la ley, y por lo tanto sujeto a la muerte, con todas las miserias espirituales, temporales y eternas.
De este capítulo claro, resumido, contundente y preciso podemos tener una sistematización que nos permitirá aprender y entender mucho mejor lo que el cristianismo histórico y reformado ha creído y cree sobre la situación del hombre en este mundo.
1: Aprendemos que el hombre hoy está envuelto en esta situación de desobediencia a Dios debido a la caída de nuestros primeros padres, lo cuál es una alusión a la caída de Adán y Eva en el huerto de Edén. En aquella historia, narrada en el capítulo 3 de Génesis, encontramos el primer pecado de la humanidad y la desobediencia que trajo todas las consecuencias y estado de cosas tal como lo vemos hoy. La muerte, las enfermedades, las discapacidades, el pecado, los demonios, etc., son consecuencias de aquel fatídico evento para la humanidad. Adán y Eva siendo advertidos por Dios de no comer del fruto prohibido fueron tentados por la serpiente, la cuál era Satanás, para desobedecer a Dios y comer del fruto. Ambos tomaron el anzuelo de la serpiente y comieron del fruto que Dios les había prohibido. Desde ese momento su voluntad, pensamientos, deseos y ser fue corrompido y colocados en desobediencia contra Dios. Ya el hombre no buscaría someterse a la ley de Dios, sino declararse su propio dios sobre su vida determinando su propia ley que discrimen entre lo bueno y lo malo. Ya no sería Dios quien debe determina lo que es bueno y malo, porque ahora el hombre se convirtió en su propio juez y dios para determinar qué es bueno y qué es malo.
Puede que a algunos hombres les parezca demasiado exagerado todas aquellas consecuencias -que hoy la humanidad vive- debido a que nuestros primeros padres comieron de un fruto que no debían comer. El punto aquí no es solamente eso. El punto no fue solo que comieron del fruto que no debían comer, el punto es que el hombre dudo de la palabra de Dios, sugirió que Dios era mentiroso, sugirió que él como criatura podía determinar lo que era bueno y lo que era malo, sugirió que poseía la suficiente sabiduría para dirigir su vida sin seguir las ordenanzas de Su creador, y hay un largo etcétera que podríamos agregar.
2: Aprendemos que a pesar de lo desastroso y catastrófico que fue este evento no se escapó de la voluntad de Dios. Sino que más bien, Dios permitió que este pecado ocurriera, puesto que el tal es conforme a su sabio y santo propósito, y por tanto fue decretado por el sabio y santo Dios para Su propia gloría. Dios decretó permitirlo y Dios no es culpable de esto, al contrario, es Dios quien castigará a los culpables. Sin embargo, aquí podemos aprender que nada escapa de la voluntad y conocimiento de Dios. El pecado de Adán y Eva no le tomó por sorpresa.
3: Aprendemos que antes de esta caída el hombre poseía una rectitud original y una comunión especial con Dios. Todo este estado lamentable en el que hoy nos encontramos no existía antes de la caída. El hombre gozó de una comunión especial y de una rectitud original en el huerto de Edén.
4: Aprendemos que después de perder esa rectitud original y esa comunión especial, el hombre pasó a ser un hombre muerto en pecado y un ser corrompido en todas sus facultades. Esa es una perfecta radiografía del hombre justo después de la caída. La muerte física y espiritual es una consecuencia de la caída, pero al mismo tiempo, la muerte es la paga por el pecado, y al mismo tiempo, el hombre es descrito como alguien que no está vivo, sino muerto en pecado. No está enfermo en pecado, sino muerto en pecado. El hombre necesita que alguien externo a él le dé vida, y vida de verdad, para que pueda salir de ese estado de muerte en pecado. Ese estado de muerto significa que todas las facultades del hombre han sido corrompidas y por tanto sus pensamientos son de continúo solamente al mal.
5: Aprendemos que esa condición en la que quedaron Adán y Eva después de la caída fue imputada a toda la humanidad. Es decir, toda la humanidad hereda la corrupción, el estado y la culpa de sus primeros padres. Así que, desde que nace, el hombre nace muerto en pecado y con la naturaleza corrompida, por tanto, es natural, debido a la caída, que los hombres nazcan con una inclinación de desobediencia a la ley de Dios.
6: Aprendemos que debido a esta imputación que heredamos de nuestros padres, quedamos completamente impedidos, incapaces y opuestos a todo bien, y como consecuencia estamos enteramente inclinados al mal, y por tanto eso explica todas nuestras transgresiones actuales, como dice Romanos 3: “9 ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. 10 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; 11 No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. 12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.”
Ahora bien, es necesario que hagamos varias aclaraciones aquí. En primer lugar, para que una obra sea buena, de acuerdo a las Escrituras, debe cumplir tres requisitos: 1) debe hacerse de acuerdo a la ley de Dios, 2) debe hacerse con fe, y 3) debe hacerse para la gloria de Dios. Esto significa que muchas de las “buenas obras” que hacen los hombres no son plenamente buenas delante de Dios. Si no cumplen estos tres requisitos no pueden considerarse como buenas obras.
Pero, en segundo lugar, vemos que en la noticia de la que hablábamos al inicio hay hombres indignados por esta situación, ¿acaso el hombre no es completamente malo? Debemos entender que esto no significa que el hombre sea tan malo que nunca puede hacer algún bien para su prójimo. Debemos entender que el hombre en su raíz está corrompido y siempre inclinado al mal, pero el hombre sigue siendo la imagen de Dios y como tal refleja en muchas ocasiones esa imagen, aunque lo haga de forma distorsionada; por otra parte, de acuerdo a Romanos 2:13-14, la ley de Dios está escrita en el corazón de todos los hombres, por tanto, aunque ellos tienden a distorsionar y torcer esa ley, aún así, por naturaleza, en muchas ocasiones hacen lo que es de la ley. Estas dos cosas explican por sí mismo el por qué, aunque todos los hombres están caídos y poseen una naturaleza corrompida, algunos pueden indignarse y horrorizarse correctamente por las malvadas obras de ciertos hombres.
Sin embargo, tampoco debemos olvidar que esta sociedad moderna es una que se ha construido sobre cimientos cristianos. Fueron los valores morales cristianos los que nos han sido transmitido por nuestros padres. Así que, estas tres cosas se combinan para explicarnos el por qué un hombre malo que está en la cárcel pagando por sus crimines puede horrorizarse ante la maldad de otros hombres que buscan secuestrar niños. El tal, aunque corrompido y caído, posee la imagen de Dios, tiene la ley escrita en su corazón y ha sido formado por una sociedad construida sobre cimientos cristianos. La humanidad es como un templo en ruinas. Cuando pasamos por un templo en ruina podemos ver que este está totalmente destruido, pero al mismo tiempo podremos ver una estructura, que, aunque destruida, nos indicará que ahí hubo un templo. Tal vez veamos algunas columnas semi-levantadas y ciertas paredes semidestruidas. Sin duda no será el templo que alguna vez fue, pero ahí quedan los vestigios y la evidencia de que esas ruinas fueron un templo. Así tal cuál es el hombre, él está caído, pero aún quedan vestigios de lo que alguna vez fue.
Y en tercer lugar, el lector se preguntará, ¿cuál es la diferencia entre el hombre en la cárcel que se indigna y advierte sobre el secuestro de niños y los extorsionistas que buscan secuestrarlos? Si ambos están caídos, y si ambos poseen vestigios de la imagen de Dios aun en medio de su corrupción, ¿por qué hay diferencias en su actuar ante la presente situación? La respuesta es la obra del Espíritu refrenando la maldad de los hombres. Debemos entender que el hombre no es todo lo malo que pudiera llegar a ser porque hay un Espíritu que refrena la maldad en los hombres. No todos los hombres son Hitler ni Bin Laden por pura gracia divina. Algunos hombres han sido menos frenados que otros. Si Dios quitara el freno que ha puesto a la humanidad a través de su gracia común, entonces toda la humanidad fuera peor que Nerón.
7: También aprendemos que los hombres en Cristo -que han sido regenerados y en los cuáles habita el Espíritu Santo- han recibido el perdón por su maldad y también la gracia del Espíritu por medio de la fe en Cristo que amortigua esta maldad en ellos, sin embargo, esta corrupción de naturaleza permanecerá en ellos con todos sus efectos durante esta presente vida.
8: Y, por último, aprendemos que el pecado es la violación de la ley de Dios. Todo acto de desobediencia de la ley de Dios recibirá su justo castigo. Los violadores de la santa ley son culpables ante Dios y quedan expuestos a Su santa ira y a la maldición de la ley, y como consecuencia recibirán la muerte eterna.
Así, con este breve resumen de esta doctrina, podemos aprender el por qué de la situación y el estado del hombre actualmente, y al mismo tiempo, aunque nos debemos indignar, no debemos hallarnos sorprendidos ante la maldad de los hombres. Sin embargo, debemos anhelar la liberación de este cuerpo de muerte, de este cuerpo sujeto al pecado y de este estado desobediencia. El cristianismo no es un mensaje que nos deje desesperanzados, más bien, nos da la esperanza de la liberación de este estado de cosas, el cual ocurrirá en la resurrección general cuando recibamos cuerpos gloriosos que no estarán sujetos a estas leyes y corrupción, y cuando toda la creación sea transformada en gloria y desaparezca toda la maldad. ¡Ese es el evangelio! ¡Esa es parte de nuestra esperanza! ¡Este debe ser nuestro anhelo! Y al mismo tiempo, debemos recordar que es gracias a Cristo, quien en la cruz tomó nuestro lugar y sufrió por nosotros, que los creyentes no recibirán la muerte eterna como castigo, pues ya Cristo recibió por nosotros el castigo que merecía nuestra maldad, para darnos -no la muerte eterna- sino la vida eterna. ¡Gloría sean dadas a Dios!
José Ángel Ramírez